Cambiar la forma en la que la población mundial se alimenta, con más legumbres, frutas, verduras y frutos secos y con carne producida de forma sostenible, podría evitar para 2050 el equivalente a multiplicar por ocho las emisiones anuales de efecto invernadero que genera el transporte de toda la Unión Europea. Hasta ocho gigatoneladas de CO2. Esta es sólo una de las contribuciones en las que -modificando el sistema alimentario- el planeta estaría más cerca de no superar los 2ºC de calentamiento fijados en el Acuerdo de París, la barrera a partir de la cual se muestra la peor cara del cambio climático.
El Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU ha
publicado este jueves un informe especial con recomendaciones sobre el uso del
suelo. En él, los científicos hacen un llamamiento a aumentar la masa forestal,
reducir el uso de tierra para cultivos y ganadería, aplicar mejoras técnicas en
su gestión y avanzar hacia dietas bajas en emisiones, así como reducir el
desperdicio alimentario. Porque, dice el texto, mantener el calentamiento
global por debajo de los 2º solo se puede lograr reduciendo las emisiones de
gases de efecto invernadero de todos los sectores, incluido el uso de la tierra
y el sistema alimentario.
El crecimiento de
la población mundial y los cambios en el consumo de alimentos, piensos, madera
y energía han causado «tasas sin precedentes» de explotación de la tierra y
agua dulce, dice el informe. Hoy 500 millones de personas viven en lugares que
se han convertido en desiertos y la tasa de pérdida de suelo es entre 10 y 100
veces más rápida de la tasa de regeneración. Pero la adopción de medidas
climáticas junto con un modelo más sostenible de explotación de la tierra
podría reducir el riesgo «para millones de personas» de eventos climáticos
extremos, desertificación, degradación de la tierra e inseguridad alimentaria,
según los autores.
Se ha duplicado
el consumo de carne
Solo la
agricultura aglutina el 70 por ciento del uso mundial de agua dulce. Desde los
años 60, el consumo de aceites vegetales y carne se ha más que duplicado y la
aportación de calorías en la dieta ha aumentado en aproximadamente un tercio, a
la vez que entre un 25 y un 30 por ciento del total de alimentos producidos se
pierde o se desperdicia.
No se trata de
ser vegano, sino de lograr una dieta baja en emisiones, en donde también se
actualice la forma de producción alimentaria y se reduzca el desperdicio.
«Algunas opciones dietéticas requieren más tierra y agua, y causan más
emisiones de gases que atrapan el calor que otras», dice Debra Roberts,
copresidenta del Grupo de trabajo II del IPCC.
El informe
muestra cómo la gestión sostenible de los recursos de la tierra puede ayudar a
abordar el cambio climático. «La tierra que ya está en uso podría
alimentar al mundo en un clima cambiante y proporcionar biomasa para energía
renovable, pero se requiere una acción temprana y de gran alcance en varias
áreas», dice por su parte Hans-Otto Pörtner, copresidente del Grupo de trabajo
II del IPCC. «También para la conservación y restauración de ecosistemas y
biodiversidad».
La agricultura,
la silvicultura y otros tipos de uso de la tierra representan el 23 por ciento
de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, los
procesos naturales de la tierra absorben dióxido de carbono equivalente a casi
un tercio de las emisiones de dióxido de carbono de los combustibles fósiles y
la industria.
Seguridad alimentaria
De acuerdo a expertos, la acción coordinada para abordar el cambio climático puede mejorar simultáneamente la tierra, la seguridad alimentaria y la nutrición, y ayudar a acabar con el hambre. El informe destaca que el cambio climático está afectando los cuatro pilares de la seguridad alimentaria: disponibilidad (rendimiento y producción), acceso (precios y capacidad para obtener alimentos), utilización (nutrición) y estabilidad (interrupciones en la disponibilidad).
Porque según
aumente la temperatura del planeta (y por tanto aumente la magnitud y la
frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos), la seguridad alimentaria
irá disminuyendo: caerá el rendimiento de la tierra, especialmente en los
trópicos, aumentarán los precios, se reducirá la calidad de los nutrientes y
serán más probables las interrupciones de la cadena de suministro.
Por ejemplo, en
un escenario con un crecimiento medio de la población, con la aplicación de ciertos
avances tecnológicos y un consumo en la línea de la tendencia actual, los
modelos económicos y de cultivos mundiales proyectan un aumento medio del 7,6
por ciento en los precios de los cereales en 2050 debido al cambio climático,
lo que llevaría un mayor riesgo de inseguridad alimentaria.
El IPCC apunta a que hay ciertas prácticas aplicables no solo al consumo, sino también al uso de la tierra que pueden ayudar a la adaptación y mitigación del cambio climático. En los cultivos, estas incluirían medidas como una mejor gestión de los fertilizantes y de cultivos (con la introducción de variedades con mejoras genéticas para resistir mejor el calor y la sequía, por ejemplo).
Para la
ganadería, las opciones incluyen una mejor gestión de las tierras de pastoreo,
una mejor gestión del estiércol, una alimentación de mayor calidad y el uso de
razas con mejoras genéticas. «El potencial técnico total de mitigación de las
actividades agrícolas y ganaderas, y la agrosilvicultura se estima en 2,3-9,6
gigatoneladas de CO2 para 2050», estima el informe. Según la ONU Medio
Ambiente, en 2017 se alcanzaron 53,5 gigatoneladas de CO2, y el objetivo es
reducirla a unas 42 para 2030.