El membrillo; un frutal relegado a márgenes de chacras o hileras junto a acequias, comienza a resurgir en las tierras de la Patagonia. Su rusticidad, bajo requerimiento técnico y valor agregado a nivel artesanal lo convierten en una alternativa productiva interesante, especialmente para pequeños productores y sistemas diversificados.
En los valles irrigados de la Patagonia norte, donde manzanas y peras son sinónimo de historia frutícola y economía regional, un cultivo tradicional resurge silenciosamente con nuevos bríos: el membrillo (Cydonia oblonga). En campos orientados al mercado en fresco, este frutal recibe cuidados similares a perales y manzanos, incluyendo manejo sanitario, fertilización, riego, poda y embalaje. Pero el verdadero diferencial del membrillo está en su rusticidad.
Ventajas agronómicas. Puede cultivarse con menores insumos y sobre suelos de calidad media, permite baja densidad de plantación y tiene un manejo simple. Puede conducirse en forma de vaso sin estructuras de sostén, la poda es sencilla, y rara vez requiere raleo de frutos. Tiene menor incidencia de plagas y enfermedades y presenta menos alternancia productiva que otros frutales.
En términos de productividad, se logran rendimientos promedios de 30 a 40 toneladas por hectárea, con casos de hasta 60 toneladas. La inversión inicial y los costos de mantenimiento son más bajos que en otros cultivos frutales, y el embalaje es menos exigente. Su cosecha, además de ser rápida por el tamaño del fruto, se realiza en una época tardía —marzo-abril— que no compite directamente con otros frutales.
Además, su longevidad, buena vida comercial y flexibilidad para destino en fresco o industria lo convierten en una opción atractiva para economías regionales en búsqueda de alternativas estables y de bajo riesgo.
Fuente: https://masp.lmneuquen.com/fruticultura/el-membrillo-resurge-la-patagonia-la-fruta-olvidada-que-puede-salvar-los-pequenos-productores-n1194519